Programados para fallar
Una persona llega ante el servicio técnico. Su impresora ha dejado de funcionar y quiere repararla. Un técnico la revisa y le dice que por el costo de la refacción, saldría más barato comprar una nueva máquina que reparar la que tiene.
Así comienza el documental “Obsolescencia programada: comprar, tirar, comprar” (disponible en YouTube). Y si la historia anterior te suena conocida, es porque lo mismo ocurre con casi todas las cosas que compras: están programadas (o diseñadas) para fallar.
Deterioro programado
Hace un tiempo, el New York Times llamó la atención sobre cómo los productos de Apple comienzan a deteriorarse, con pasmosa exactitud, cuando sus nuevos modelos aparecen. Según el diario, Apple lo haría a través de actualizaciones que alentan el sistema operativo o consumen la batería. El mensaje es claro: “compra el nuevo”.
El problema no es nuevo ni exclusivo de Apple. En 1881, el inventor T. A. Edison puso a la venta el primer foco, garantizado “de por vida”. Y era cierto: uno de ellos tiene 114 años y aún funciona, en la estación de bomberos de Livermore, California (tiene sitio web: www.centennialbulb.org).
Pero vender cosas que duran tanto no es negocio. Así que se invirtió en nuevos materiales y tecnología, no para mejorar, sino para reducir la duración. Y lo mismo hicieron los fabricantes de todo lo demás: desde medias de nylon hasta automóviles.
Hoy, reducir a propósito la vida útil de un producto ya no es considerado un problema. Es lo normal, dicen. Piensa en ello la próxima vez que algo se te descomponga y te sea más barato comprar el nuevo modelo que reparar el que tienes.
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