Por que los oasis no se cuestionan, simplemente existen para maravillar y desafiar toda lógica de la naturaleza.
Por su fauna no ha pasado el tiempo; en su territorio peces, tortugas y reptiles siguen conservando sus rasgos como hace miles de años. Situada en las orillas del Bolsón de Mapimí, también conocido como la “puerta del desierto”, en un paraje de gran fertilidad por la excelencia de sus tierras y sus abundantes manantiales, Cuatrociénegas se caracteriza por sus aguas color turquesa; flora y fauna que no puede vivir fuera de este medio; dunas de arena blanca como paisaje lunar de cuento infantil y silencio, sobre todo silencio. Ese silencio del desierto que hace pensar en todo.
Ubicada en el estado de Coahuila, 83 km al noroeste de Monclova, esta región debe su nombre a sus abundantes manantiales que forman extensas ciénegas. Hace millones de años emergió del mar al mismo tiempo que la Sierra Madre Oriental, las rocas marinas plegadas y fracturadas formaron la mayoría de sus sierras y lomas, dando lugar a que se crearan muchas lagunetas y pozas en medio del árido desierto.
Cuatrociénegas es un ecosistema muy frágil, que se conserva así desde antes de que cualquier ser vivo pusiera un pie sobre la Tierra; conózcalo como un viajero responsable y aunque en algunas pozas puede bañarse sin remordimientos, prescinda de hacerlo en otras donde la actividad sólo sea contemplativa.
Actividades:
En Cuatrociénegas se pueden realizar diferentes actividades como el buceo; la bicicleta de montaña; la fotografía de paisaje, subacuática y de vida silvestre; el campismo y el rappel, sin olvidar las posibilidades de investigación de las formas de vida que allí se encuentran.
La poza La Becerra, la más visitada de las más de 500 que hay en la región, es un manantial de aguas tibias donde los peces nadan sin temor entre las piernas de los bañistas; cuenta con palapas y asadores, más todos los servicios de un balneario. Muy cerca está el camino a las dunas de yeso, un fenómeno natural que no se conoce en otra parte del mundo; su blancura es tan irreal que, con el azul cobalto del cielo recortado en el canto de la duna, recuerda un cuadro de Matisse. El río Mezquites, cuyo cauce está rodeado de bejucos, se puede bucear o recorrer en kayak.
Su comida:
Predomina la carne como la barbacoa de cabeza, el menudo rojo, el chicharrón con huevo y la carne enchilada. En Cuatrociénegas están muy orgullosos de su vitivinicultura, introducida a finales del siglo XIX por imigrantes italianos. Sigue vigente en las Bodegas Ferriño y la Vinícola Vitali, las cuales pueden visitarse. También hay una oculta y misteriosa gastronomía del desierto que sólo se prepara en la intimidad de los hogares. Incluye las “chochas”, duros pétalos marchitos de la flor de yuca mezclados con una salsa de chile colorado a manera de chilaquiles, así como la vaina del mezquite que tiene un sabor agridulce, como el tamarindo, pero que es necesario enfriar pues las altas temperaturas del desierto la hacen un poderoso laxante.
La dulcería local gira en torno a la nuez, el higo, la leche quemada, la biznaga, el chabacano, el membrillo, la granada y la calabaza. En El Baluarte la dueña pone mucho esmero en las coquetas envolturas de sus quesos, sus palanquetas de nuez y sus rollos de leche rellenos de membrillo.
Desde Monterrey siga la carretera 30 que lo lleva de forma directa; de Torreón tome esta misma carretera, pero en sentido inverso. Si viene de Saltillo tome la carretera 57 y después el libramiento por la carretera 30, siga los señalamientos a San Pedro de las Colonias que lo llevan a la carretera entre las montañas; después de un par de pueblos con vendedores de conitos de cajeta, el desierto le gana cada vez más espacio a la vegeta ión. Eso quiere decir que está muy cerca de Cuatrociénegas. Desde cualquiera de estas ciudades la duración del viaje es de tres o cuatro horas.
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