El término “feminazi” fue acuñado, hace unos 25 años, por la derecha en EEUU para descalificar a las mujeres que exigían derechos reproductivos y sexuales. Hoy, se usa para calificar las posturas supuestamente autoritarias de las feministas. Pero cuando decimos “feminazi”, no lo dudes, ya no hay argumentos. Hay prejuicios.
Igualdad o feminismo
A menudo leemos en Facebook frases como “quieren privilegios”, “eso es hembrismo”, etc. Empecemos por aclarar algo: el feminismo no es la versión femenina del machismo. No enuncia ninguna superioridad ni exige privilegios. Es un movimiento social que pide el reconocimiento, para la mujer, de derechos, capacidades y espacios tradicionalmente reservados para los hombres.
Hay quien opina que sería mejor pedir igualdad para ambos géneros, en vez de para uno solo. Tiene razón. Excepto que si el suelo está disparejo no es por los privilegios de ellas, sino por los de ellos. El término “feminismo” pretende visibilizar eso. No nos creas: lee el directorio de la empresa, de la universidad, de la oficina; visita una juguetería. Verás que muchas de las mejores cosas del mundo (ficciones, trabajos) están hechas mayormente por y para ellos. Y más aún: hay crímenes cometidos contra mujeres por la única razón de serlo.
Al usar la palabra “feminazi” estamos, así, desviando la atención del problema real. Estamos eligiendo ver el dedo y no la Luna a la que señala.
En una entrevista el famoso astrofísico Neil Degrasse Tyson expresó que “he sido negro toda mi vida… Y cuando alguien me pregunta por qué no hay más negros o mujeres en las ciencias, yo sé que es por las fuerzas de la sociedad, por sus obstáculos… Así que primero encontremos un sistema en que las oportunidades sean iguales, y después hablamos de diferencias genéticas”.
Pues lo mismo. La descalificación no es la mejor manera de empezar a construir ese mundo igualitario que queremos, sino escuchar qué es lo que nos dicen esas voces. Feministas, sí. No feminazis.
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