Considerado uno de los mayores cuentistas latinoamericanos de todos los tiempos. Su obra se sitúa entre la declinación del modernismo y la emergencia de las vanguardias.
Hizo sus estudios en la capital uruguaya hasta terminar el colegio secundario. Estos estudios incluyeron formación técnica (Instituto Politécnico de Montevideo) y general (Colegio Nacional), y ya desde muy joven demostró un enorme interés por la literatura, la química, la fotografía, la mecánica, el ciclismo y la vida de campo. A esa temprana edad fundó la Sociedad de Ciclismo de Salto y viajó en bicicleta desde Salto hasta Paysandú (120 km).
Deportista y aficionado a las ciencias, comenzaron sus primeros ensayos poéticos y, junto con tres amigos, fundó el grupo de Los tres mosqueteros y se inició en las letras bajo el patrocinio de Leopoldo Lugones. Empezó a interesarse por la filosofía. Se autodefiniría como “franco y vehemente soldado del materialismo filosófico”.
Influido por Edgar Allan Poe, Rudyard Kipling, Joseph Conrad y Guy de Maupassant, Horacio Quiroga destiló una notoria precisión de estilo que le permitió narrar magistralmente la violencia y el horror que se esconden detrás de la aparente apacibilidad de la naturaleza. Sus personajes suelen ser víctimas propiciatorias de la hostilidad y la desmesura de un mundo bárbaro e irracional, que se manifiesta en inundaciones, lluvias torrenciales y la presencia de animales feroces.
Inspirado en su primera novia escribió “Una estación de amor” y fundó en su ciudad de nacimiento la Revista de Salto.
Viajó a París en 1900 con el dinero de la herencia paterna, en donde concurrió a una Exposición Universal, participó en un certamen de ciclismo y se mezcló con el grupo modernista que rodea a Rubén Darío. Hizo una breve experiencia de la bohemia pobre en “Diario de viaje a París”.
La mayor parte de su carrera transcurrió en Argentina, donde llegó a ser muy leído por sus cuentos publicados en revistas y recopilados en libros. Ya instalado en Buenos Aires publicó “Los arrecifes de coral”. Ejerció empleos consulares y la crítica de cine. Pasó largas temporadas en el medio rural de Misiones, en la frontera argentino-paraguayo-brasileña, ambiente del que tomó temas para sus narraciones como la novela breve “Los perseguidos”, producto de un viaje con Leopoldo Lugones por la selva misionera hasta la frontera con Brasil, y la más extensa “Historia de un amor turbio”.
Nuevamente en Buenos Aires trabajó en el consulado de Uruguay y dio a la prensa “Cuentos de amor, de locura y de muerte”; los relatos para niños “Cuentos de la selva, El salvaje”; la obra teatral “Las sacrificadas, Anaconda El desierto, La gallina degollada y otros cuentos”, y quizá su mejor libro de relatos “Los desterrados”.
En 1935 publicó su último libro de cuentos “Más allá”. Hospitalizado en Buenos Aires se le descubrió un cáncer gástrico, enfermedad que parece haber sido la causa que lo impulsó al suicidio, ya que puso fin a sus días ingiriendo cianuro.
Quiroga sintetizó las técnicas de su oficio en el “Decálogo del perfecto cuentista”, estableciendo pautas relativas a la estructura, la tensión narrativa, la consumación de la historia y el impacto del final. Incursionó asimismo en el relato fantástico. Sus publicaciones póstumas incluyen “Cartas inéditas de H. Quiroga y Obras inéditas y desconocidas” (8 volúmenes, 1967-1969).
“Hay sentimientos a los que no se puede dar cuerpo verbal, mas que es posible seguir perfectamente con los ojos cerrados”.
Una vida dramática, siempre cercana a la estrechez económica, matrimonios conflictivos, experiencias con el hachís y el cloroformo, y el constante cerco del suicidio, alimentan su tarea cuentista, que logró que todos sus cuentos y novelas tuvieran un contenido macabro y morboso, una de las más importantes de América.
Datos curioso:
La muerte accidental de su padre, a quien se le escapó un tiro de escopeta mientras descendía de un bote; la pérdida de dos hermanas, Pastora y Prudencia, que murieron de fiebre tifoidea en el Chaco argentino; el suicidio de su padrastro, Ascencio Barcos, delante suyo luego de sufrir una terrible parálisis cerebral. Tras seis años de matrimonio, Ana María Cirés (su primera esposa) agoniza ocho días después de haberse envenenado; también su hija Eglé se quitaría la vida un año después de su muerte y Darío Quiroga, su hijo, se mataría en 1952. Asimismo, María Elena Bravo, su segunda esposa, lo abandonó en medio de su selva, después de seis años de matrimonio, llevándose a “Pitoca”, la pequeña hija de ambos. En 1902 mata accidentalmente con una pistola a su amigo Federico Ferrando.
Nombre del personaje:
Horacio Silvestre Quiroga Foteza
Fecha de nacimiento: 31 de diciembre 1878
Origen: Salto, Uruguay.
Actividad: Cuentista, dramaturgo y poeta
Época: Contemporánea
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