ESTILO
La invención causó tremenda alarma en la calle: “varias mujeres se desmayaron, los niños gritaron, los perros aullaron y el brazo de un recadero se rompió, pisoteado por la muchedumbre asustada”, decía el periódico.
Pero el motivo de tan tremenda reacción no fue una máquina infernal o un Informe de Gobierno en la tv, sino el sombrero de copa, recién creado por John Hetherington ese año, 1797, y por el cual fue condenado a pagar una multa y a jurar con toda solemnidad abstenerse de usar el artefacto en público.
Sí, la humanidad tarda en aceptar lo nuevo. Por eso el tal sombrero tuvo que esperar algunas décadas, hasta que algunos famosos (el príncipe Alberto y Abraham Lincoln) lo pusieron de moda.
¿Para qué sirve la moda?
Hoy día, ya no llevamos ante un juez a quienes innovan en la moda. Pero todavía cuchicheamos y vemos raro a quienes se atreven a vestir distinto. No hay razón para ello.
La moda es, ha sido siempre, una expresión tan válida como el arte, para decir con nuestros propios cuerpos y atuendos: “así soy, esto pienso, esto me gustaría que consideraran”. Con la moda no solo nos afirmamos, también (y sobre todo) expresamos, jugamos, nos divertimos.
No importa si somos creadores o seguidores; tampoco, si nos parece bonita o lamentable. La moda importa porque pone a prueba nuestros prejuicios del mundo, nuestro sentido de lo bello, de lo necesario y hasta de nuestras convicciones.
Si nos permite evaluar lo que somos, si nos hace imaginar el futuro y si además nos hace la vida más divertida, la moda tiene que ser algo fantástico. Porque cualquier cosa que nos haga dudar es, de por sí, una cosa buena.
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