De la infancia a la adolescencia, el reto está por comenzar

FAMILIA

Dicen por ahí que los momentos más importantes en la vida son los momentos de ruptura, quizá porque en ellos está involucrado la madurez de la persona y su capacidad para redirigir su vida. Pero, ¿qué pasa cuando estos cambios involucran a nuestros hijos/as? Sin duda, el paso de la niñez a la adolescencia es sumamente complicado para quienes lo viven, pero también lo es para los padres, quienes de alguna manera están acostumbrados a una dinámica en el que la niña o el niño tiene cierta dependencia para desarrollar algunas actividades y para desenvolverse dentro de la sociedad.

La búsqueda de mayor independencia, de una identidad, cambios físicos y sobre todo emocionales, es lo que se vive en este transcurso de la infancia a la adolescencia, una aventura que deja algunos soldados caídos, una que otra batalla perdida y victorias que se creían imposibles. Los padres son, a lo largo del tiempo, los testigos y, por qué no, los penitentes que a veces tienen que lidiar con repentinos cambios de humor o actitudes rebeldes. Todo esto es parte de una etapa en donde el preadolescente busca un espacio propio que se conjuga con su necesidad por conocer el mundo y a quienes lo rodean. Quizá esta actitud es lo que de repente genera ciertos roses con los papás y con toda imagen de autoridad que de alguna manera limita sus deseos.

¿Qué hacer entonces? ¿Cómo abordar esta etapa sin causar heridas? Tal vez la respuesta está en brindar una comunicación abierta, sin imposiciones severas, ni críticas duras, manteniendo siempre una unión familiar y, por supuesto, teniendo momentos de convivencia, pero respetando la intimidad; posiblemente esto último sea la clave para la relación con tu niño/a, ya que la búsqueda de un espacio propio se vuelve algo vital para cualquier persona, sobre todo si se encuentra en pleno desarrollo físico y mental. Respeta sus decisiones, así como los procesos en los cuales tu hijo/a se ve involucrado/a, no te conviertas en su juez o verdugo, ni mucho menos en alguien que dicta un sermón por cualquier falta.

Recuerda, tú también pasaste por esto, seguramente hubieses deseado lo mismo para ti. Crea puentes, no barreras, con aquellos que amas; valora cada momento con tus hijos/as.

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