Cuando el niño Edouard Martinet tenía 10 años un maestro suyo le transmitió su fascinación por los insectos. Un día, a Edouard le dio por ponerse recoger objetos que encontraba por ahí: cucharas para semillas, piezas de bicicletas o triciclos, de máquinas de escribir, trozos de lámparas, limpiaparabrisas, antenas de radio, tuercas, tornillos, etc.

Edouard decidió re-ensamblar esas piezas de desecho para darles forma de insectos (y de vez en cuando, peces y diversos animales). Y así fue como Edouard se convirtió en escultor, gracias en parte a la “insectofilia” que le contagió su profesor de educación primaria, más de 40 años atrás.

Con información de www.creearte.org