No se tiene registro exacto acerca de donde provienen, lo más certero es que del altiplano mexicano y llegaron hasta Centroamérica por el Soconusco para radicar en Chiapas a partir del siglo VI.
Tomás de la Torre, quien estuvo en Chiapas en 1545 con fray Bartolomé de las Casas, se asombró con su estatura, tanto de hombres como de mujeres: “parecen gigantes”, escribe. Resalta la pulcritud de su aspecto y los gratos aromas que exhalan provenientes de flores y otras sustancias. Sus ropas eran de manta, y las mujeres peinaban su cabello en trenzas, con las que rodeaban su cabeza sin mayor tocado. Añade que tenían excelentes tierras laborables, en las que cultivaban sobre todo cacao y maíz. Existían en el lugar abundancia de frutas, piñas, jícamas, camotes, aguacates y ciruelas, entre otras. Las mujeres eran muy trabajadoras: hilaban y tejían sin parar el algodón para elaborar “las mejores mantas que se hacen en las Indias”. Por último, menciona el fraile los hermosos decorados de sus jícaras y cestas, las cuales “son tan galanas como platos de Valencia”.
Esta etnia fue la única que no se rindió durante la conquista española, resistiendo varias expediciones armadas, hasta que durante las campañas de Pedro de Alvarado sucumbió y fue casi exterminada, sin embargo, Luis Marín quedó tan impresionado por los chiapanecas que los describió como “los mayores guerreros que había visto en toda la Nueva España, equiparando su poder bélico con los tlaxcaltecas y mexicanos”.
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