Famosa internacionalmente por compartir con el mundo su enorme sabiduría del uso curativo del hongo conocido como teonanácatl (que crece de forma silvestre en su tierra natal, a los que con cariño les decía “niñitos” o “angelitos”), así como la aplicación ceremonial practicada por sus antepasado desde época precolombina. Era una mujer consiente de su realidad, misma que refleja la vida de muchos indígenas de su época, nacida en un hogar sumamente humilde en la Sierra Mazateca de Oaxaca. Contando con pocos años de vida muere su padre, la primera experiencia que tuvo con los hongos alucinógenos fue a muy temprana edad, el hambre que causa la miseria hizo que comiera unos que encontró en el campo: “No teníamos nada: sólo hambre, sólo frío… Ni siquiera sabía si eran alimento o veneno. Pero sentía que me hablaban. Después de comerlos oí voces. Voces que venían de otro mundo”.

Un día tras haber ingerido hongos, visualizó a la muerte y seres espiritualmente elevados le dijeron cómo curar a su hermana que se encontraba enferma. Desde ese entonces pasó a ser una respetada curandera conocida por la gente de su comunidad como chjota chjne (“la que sabe”),  a quien acudían desde lugares muy alejados para recibir sus curaciones.

No cobraba ni un peso y en agradecimiento la gente le daba lo que podía. Una estancia terrenal marcada por carencias y tragedias, dos veces quedó viuda y su tercer esposo la abandonó; fue herida por una bala al ponerse como escudo para salvar la vida de uno de sus hijos, algunos de ellos fallecieron de forma violenta. De bolsillos vacíos, pero de corazón rebosante de bondad y compasión.  Ser humilde y analfabeta, pero orgullosa hablante de la lengua mazateca. Aún siendo víctima de atropellos aprendió a perdonar: “cuando veo cruzar en mi camino a aquel borracho que me hirió, lo saludo. Pobre, está descompuesto… es un hombre inservible. Su borrachera lo ha acabado”.

Sabina consideraba a los hongos como sagrados, que representaban la carne y sangre de Cristo, daban sabiduría y curaban enfermedades. Con poco más de cuatro décadas de vida y tras la muerte de su segundo esposo, se dedico de lleno a curar y empieza a ser conocida como sabia.

Era una mujer sincera, llena de carisma, exploradora de su propio conocimiento. En sus largas veladas curativas realizaba rituales llenos de sincretismo armonizados con cánticos que ella misma se describe: “Soy una mujer de esfuerzos, soy mujer de llanto, soy mujer de palabras, soy mujer creadora, soy mujer curadora, soy poseedora de la sabiduría de las plantas… soy una mujer de inclinaciones sencillas…”.

Fiel a sus creencias y a las tradiciones mazatecas, no se deja envolver por la codicia que desata el dinero, como lo hicieron varios seudo charlatanes que comercializaron el hongo y las ceremonias a las oleadas de hippies que llegaron a la Sierra Oaxaqueña en los 60´s. Esta artista y maestra del hongo y sus usos, fallece a la edad de 91 años (pobre y enferma) el día 22 de Noviembre de 1985. Emprende nuevamente un viaje alejándose de un plano terrenal conquistado por carencias e incomprensión, emerge como estrella de la mañana llena de sabiduría y de espíritu elevado.