SOCIEDAD

Que el ser humano sea gregario por naturaleza es la prueba máxima de que la naturaleza también se equivoca. A veces, incluso, muy seguido y con saña, a juzgar por ciertos individuos que con su sola existencia son capaces de poner en duda la supuesta evolución de las especies. He aquí algunos ejemplos de tantos como abundan.

Sólo un minutito. Ni casi 20 años de escuela (o más, con posgrados), ni el poder adquisitivo suficiente para adquirir un coche, ni leyes ni convenciones sociales ni nada, han impedido el florecimiento de esta especie frente a todo portón donde haya un señalamiento de NO ESTACIONARSE.

¡Comadrita, qué gusto de encontrarnos! Se les avista en cines, bancos, supermercados y todo lugar con largas filas. Los execrables individuos en cuestión sienten tal júbilo de encontrarse uno a otro de forma tan fortuita, que no les importa soplarse las maldiciones del respetable, con tal de pasar juntos a la caja o ventanilla.

Está apartado. Prima hermana de la anterior, esta especie (o más bien un representante suyo, porque sus congéneres por lo general no llegan a la función) es frecuente en los teatros; particularmente, en los copados por la burocracia.

¡Y a ti qué te importa! Así es como suele responder esta hiperabundante especie cuando una persona les señala que se estacionaron sobre un lugar para discapacitados, o bien que su auto está detenido sobre el paso peatonal.

Por cierto, la ciencia ha observado que parece haber una relación directa entre los coches y las especies que contradicen a la evolución, las cuales de no extinguirse, terminarán por extinguirnos a las otras.