De la patria y de sus héroes
MES PATRIO
En uno de sus poemas (“Alta traición”), dice José Emilio Pacheco que no ama a su patria, pero que aun así “daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos… varias figuras de su historia, montañas y tres o cuatro ríos”.
Tenía razón. Más que ese ente abstracto al que respetamos a punta de tamborazos, homenajes y declamaciones anacrónicas, la patria sea quizá lo que se ama, los chispazos sentimentales de una geografía que nos forma. Es decir, las canicas en el patio escolar, la chica o chico que nos gustó y nos rompió el corazón o no, los lugares donde la felicidad nos agarró en curva (esa calle, ese parque, ese río, ese sillón), etc.
La patria en peluquería
En el caso de mucha gente que creció entre los 50’s y 80’s, la patria formadora la encontró encima de un banquito, en la peluquería. Y los héroes que le dieron patria (dicho sea con perdón del cura Hidalgo, doña Josefa y la desigualdad de género que tanto daño hace), se llamaban Pardaillan, Chanoc, Kalimán, Fantomás, Karmatrón…
No es que fuesen mejores o peores héroes que los de la escuela o los de las ficciones que vinieron más tarde. Pero nos metieron en la cabeza un mundo justo y trascendente que uno buscaba reproducir en el otro, aquí afuera.
Hay quienes pensamos en ello todavía. Sobre todo, cada vez que otro septiembre viste la calle de luces tricolores y en los parques no cabe otra alma entre las fritangas, el alcohol y la muchedumbre que canta quién sabe qué cosa y grita vivas a una patria del todo incomprensible, si uno la compara con los noticieros.
Y no nos queda más remedio que exclamar: “Kalimán, ¿por qué nos has abandonado?”.
Leave A Comment