Hace cientos de ocasos, en una oscura noche de tormenta, un barco alemán que transportaba acordeones naufragó y encalló en las costas colombianas, se dice que de esta forma fue como llegó este mágico  instrumento, así comienza esta leyenda. El acordeón era desconocido en esta tierra, por lo que no hubo maestros que enseñaran a ejecutarlo, los campesinos aprendieron empíricamente, entre ellos el papá de Francisco “Pacho” Rada Batista, a quien él veía tocar, más nunca le impartió clase alguna.

Pancho Rada creó el son de lo que hoy se conoce como música vallenata, armonías que trascendieron fronteras llegando hasta países como Panamá, Venezuela, Ecuador y México.

A los cuatro años sus manos por primera vez se deslizaron por un acordeón, tres años más tarde ya había compuesto su primera canción, a los nueve emanaba de él un gran talento, por lo que su tío le dio el sobrenombre de Francisco “El Hombre”. Empezó a descubrir los secretos de este prodigioso instrumento y creó su propio estilo, un nuevo ritmo que se insertó como un rayo en sus compatriotas, había marcando con mazo de hierro su propia leyenda.

Viajaba por toda Colombia interpretando su música, un alegre son de parranda y jolgorio, en sus canciones se narran elementos sociales a través de fragmentos de su vida.

Una noche viajaba sobre una mula entre las montañas, tocando con su acordeón para hacer el recorrido más llevadero, de repente fue sorprendido por un sonido más bello proveniente de otro acordeón, muy cerca de donde él estaba. El bosque le impedía ver de quién se trataba, “Pacho” Rada contestó con otra combinación de acordes al misterioso sujeto, quién también respondió con una melodía extraordinaria, después de un largo rato Francisco supo que esa increíble música no podía ser ejecutada por alguien de este mundo.

Al pasar por un claro pudo ver de quién se trataba, su contrincante en ese duelo musical era el diablo, “Pacho Rada” se encomendó en su fe e interpretó la máxima armonía que se ha escuchado. Satanás se encontró perdido y se desvaneció entre la penumbra, Francisco “El Hombre” le había ganado, tocaba mejor el acordeón que él.