MODA
De ser un material destinado a la milicia, los barcos, las minas y el trabajo obrero, se convirtió en símbolo de muchas cosas a lo largo de la historia: trabajo, rebelión, juventud, sexualidad, y hasta de relajación y buena onda. Nos referimos, por supuesto, a la mezclilla.
En sus orígenes (al final de la Edad Media), el denim o mezclilla era usado en la fabricación de velas para barcos, toldos y tiendas de campaña. Hasta que en 1853, a un comerciante de California llamado Levi Strauss se le ocurrió utilizar esas lonas en la confección de pantalones de trabajo para mineros.
Azul, pintado de azul
Esos primeros pantalones de mezclilla eran color café. Pero pronto el señor Strauss comenzó a copiar a los comerciantes genoveses que teñían estas telas con un pigmento azul (que Strauss patentó con su nombre en 1873), extraído de una planta de la India, y que fue cambiado en 1880 por uno de origen químico. Y la idea fue otro hit que duró 100 años.
En los años 60 del pasado siglo (mucho hippie y mucho rock), la mezclilla tuvo otra gran trasformación: se agregaron enzimas al proceso de fabricación, lo que le dio una flexibilidad que no tenía el tejido original. Ello permitió su uso en todo tipo de prendas (incluso bikinis). Y fue así como la ruda mezclilla azul se integró al mundo de la alta costura, avalada por diseñadores como Yves Saint Laurent y Calvin Klein.
El resto es historia: la mezclilla es parte de la irremediable cultura pop de nuestra época y de un mercado que vale, lo menos, 55 billones de dólares anuales. Nada mal para un tejido que nació con tan ruda vocación.
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