Por: Carlos A. Jiménez Vázquez | biosfera10@hotmail.com

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-Y  fue mexicano quien descubrió el agujero de la capa de Ozono…

Así las cosas

Molina fue el descubridor del agujero de la capa de ozono y el peligro de los clorofluorocarbonos (CFC)*, empleados en aerosoles, tanto industriales como domésticos. Su hallazgo fue emocionante pero a la vez sombrío: se daba cuenta que había descubierto un problema global que amenazaba el futuro de la humanidad.

Así pues, depositario de una gran responsabilidad, se vio en la obligación de divulgar lo antes posible su descubrimiento.

En 1995 recibió el Premio Nobel de Química, junto al profesor Sherwood Rowland, por sus trabajos sobre la química de la atmósfera, especialmente sobre la formación y descomposición del ozono. Era la primera vez que se otorgaba este premio por un estudio sobre el medio ambiente, y también la primera vez que se otorgaba a un científico nacido en México.

A pesar de todos estos reconocimientos académicos, la opinión pública no acababa de entender a qué venía tanta importancia por unos gases que, al parecer, servían como escudo invisible para no evitar el paso de unos rayos solares maléficos.

Los Clorofluorocarbonos

Los clorofluorocarbonos, son gases que se emplean para fabricar toda clase de productos, como los envases que usan los restaurantes de comida rápida. También se usan como gases impulsores para los aerosoles, como la laca para el pelo o el desodorante, en los aparatos de aire acondicionado y en los refrigeradores  y en solventes para limpiar equipos electrónicos.

Estos gases son tan estables que, una vez liberados, son arrastrados lentamente hasta la atmósfera, hasta aquí, el gas no es peligroso, sin embargo, al ser bombardeado por los rayos ultravioleta del sol, el gas se descompone y libera cloro, que es el componente realmente venenoso, el responsable de la destrucción de las moléculas de ozono. Y es que una simple molécula de cloro puede viajar durante un siglo por la atmósfera, eliminando una a una hasta 100.000 moléculas de ozono.

Las preguntas que nos aquejan:

¿Qué pasaría si la capa de ozono desapareciera de nuestro planeta? ¿Qué ocurriría con la humanidad?

Las respuestas nos estremecen… Aumentaría la frecuencia y la severidad de enfermedades como el cáncer de piel y muchas más. Los potentes rayos uv causarían daños en los ojos de mucha gente, como cataratas que deriven en ceguera.

Los alimentos escasearían debido a que se vería afectada la capacidad de absorber la luz de las plantas que los producen.

Aumentarían las temperaturas y subiría el nivel del mar al derretirse los glaciares. Como efecto secundario se crearían potentes huracanes, ciclones, tifones y olas de frío.

Quizás para entenderlo mejor haya que viajar a Punta Arenas en Chile, situada en el extremo sur del continente americano.

Al estar más proxima a la Antártida, existen diversos “solmáforos” que alertan sobre el peligro del sol. Durante unos días entre septiembre y octubre, el agujero se desplaza hasta aquí produciendo graves quemaduras en sus habitantes.

Interesante panorama sin duda, donde tal parece que o no nos damos o no queremos dar cuenta que si somos parte del problema indudablemente, debemos ser parte de la solución.

Es nuestro escudo, nuestra protección ante una muerte inminente: La capa de ozono… 

Pero un pequeño agujero en ella nos ha puesto a todos alerta: por primera vez en la historia, sabemos que podrÌamos desaparecer como especie si no ponemos remedio, como en una pelÌcula de catástrofes de Hollywood. 

Sin ella, el bronceado se convertirÌa en una quemadura de tercer grado, es invisible, pero nos protege de los rayos del sol. El descubridor de este agujero, sin embargo, no es un personaje de pelÌcula: es mexicano y se llama Mario Molina.

Mario José Molina Henríquez nació en Veracruz, México, en 1942. Desde muy temprano, como estudiante de preparatoria, se sintió seducido por la investigación científica al contemplar por primera vez un protozoo a través de su microscopio de juguete. 

Con sólo 11 años, Molina fue enviado a una escuela en Suiza, aunque allí sus nuevos amigos no estaban tan interesados en la ciencia como él.