Por: Rubén Domínguez Castillo
¿Te acuerdas tú de aquel Tuxtla de fines de los cincuenta? No había televisión, los niños jugaban “tenta”. Íbamos a “La lomita” para jugar al fútbol, si el aire estaba muy fuerte te ayudaba a meter gol; para volar papalote, cuando hacía bastante viento y para ver todo Tuxtla de arriba del Monumento.
En mis tiempos de muchacho Tuxtla era un pueblo chiquito, polvoriento y empedrado, pero mucho más bonito. Sin drogas ni terroristas, no había obispos de pistola, las fiestas se organizaban con purita Coca–cola.
La gente era más sencilla, y nada materialista. Era don Manuel Rodríguez el único “Comunista”. Las calles eran tranquilas fuera de día o de noche, Nunca tenías un problema, andaras a pie o en coche.
Al ladito de San Marcos estaban las refresqueras y en el parque había una pérgola con un montón de escaleras. Ahí había un enorme mapa de Chiapas en gran relieve, por ahí pasaba don Pedro con su carrito de nieve. También pasaba don Ruma dando su publicación, con una caligrafía que causaba admiración.
Para ver a las muchachas, nos íbamos a “La Fuente” y pasábamos las horas con una Coca de a veinte. (La coca costaba treinta, pero yo aquí puse veinte
porque desgraciadamente tenía que rimar con fuente). En “El Mayab” por las tardes se armaba la platicada, éramos en esos tiempos expertos en no hacer nada. Eso ya se nos quitó, pero pa’ no echar mentira, algunos sí nos quedamos así pa’ toda la vida.
Si te querías divertir, pero sin gastar dinero, te pasabas una tarde feliz en “El Rodadero”, o ibas en gran caminata a La Loma del Venado, donde está “la caminera”. Llegabas bien asoleado.
Cuando el Hotel Bonampak apenas se había inaugurado, Decía toda la gente: “Para Tuxtla es demasiado. Está muy lejos del centro, es una excursión” y don Moctezuma tuvo que ofrecer transportación.
La colonia Moctezuma era lo más exclusivo, después vino don Enrique con su colonia “El Retiro”. Don Enrique, mi tío Adrián y el licenciado Marín, entre otros, se iban al club para jugar “pocarín”, tenía todo organizado pa’ salir hechos la mocha, si alguno les avisaba: —¡Ahí viene Doña Locha!
Para comer muy sabroso o pa’ sailar los domingos te ibas de 7 a 12 al Restaurant-bar Flamingos. Y también de vez en cuando, te ibas una nochecita de juerga al “Camino Verde”, que no iba a ninguna ermita.
En tiempos de “las posadas”, te atiborrabas de hojuelas y andabas medio saraso de tanto tomar mistela. Al final del Año Nuevo te ibas con todo el montón
a Chiapa de Corzo, en bola, para ver salir al sol. En cambio para el calor, la solución obligada era ir al Sabinal, a “La poza enladrillada”.
En los fines de semana nos íbamos de excursión muy lejos, a “La Chanona”, tío Adrián prestaba un camión o íbamos a “Cerro Hueco”. En estos tiempos, Señora, si entrabas podías salir, cosa que no pasa ahora. En la feria de San Marcos ir al parque era bonito, se ponían “las coletas”, la rueda y los caballitos
las tostadas callejeras y el pollo juchi tan rico. Comprábamos colación y aquellos “trepatemicos”.
A ver a los animales ibas al Parque Madero que nos parecía lejísimo, camino al Sumidero, por ahí estaba “El Botánico” con sus veredas sombreadas, ibas ahí en los exámenes, a hacer como que estudiabas.
Había en el Tuxtla de entonces bellezas sensacionales: Ada Celia Salazar, Maluye y Laura González. Julia Serrano y Felicia también eran muy bonitas
y aquellas hermanas Ruiz, “La Corona y Coronita”.
También mi Tuxtla tenía sus jóvenes destacados: La Choja era el campeón de los cien metros planos, en las letras Laco dada sus pasos más incipientes,
leyendo su “Catalepsia” te castañaban los dientes.
El director del ICHAC era el doctor Samuel León y ya daba Matemáticas el profesor Calderón. Al buen profesor Chanona le decía “Zorro Plateado” y en Química con Cortés te dabas por reprobado. Con Canito y Cano Puro ya te sentías perdido, pero “El Terrible Canón” era mucho más temido.
Enfrentito del ICACH había una tienda chiquita, la atendía “La Tía Lencha”, la simpática abuelita. A todos nos daba fiado, pero la buena señora llevaba la cuenta exacta, parecía computadora.
Todo pleito era en San Roque, como cosa convenida nomás le decías al otro: “Nos vemos a la salida”. También ibas a “Las Monjas”, para ver muchachas guapas y ganarles el lugar a los del Colegio Chiapas.
La Cancha Matías de Córdova, con los juegos estatales de básquetbol donde Coita y Tuxtla eran los rivales, (aunque a veces Tapachula se colaba a las finales). Con la Varita y la Fanfa, ¡qué juegos sensacionales! Ahí se originó la frase que todavía anda sonando, cuando les gritaban: “Calma Coita, que vamos ganando”.
Cuando pienso en aquel Tuxtla, me entra arenita en el ojo, recordando a los amigos, las muchachas, los antojos, los paseos, los raspados, las fiestas y las posadas veo todo color de rosa, como las cosas pasadas.
Me gusta menos el Tuxtla en que vivimos ahora, los secuestros, los asaltos. La cosa está mal y empeora. Extraño mucho a mi Tuxtla, que ya se llevó el viento
cuando paso media hora buscando estacionamiento, o mi hijo que es de la edad que yo entonces tenía anda en la calle de noche y no llega todavía.
Hay cosas inevitables, pero no puedo creer que algo tan maravilloso se nos esté echando a perder. Si vos defendés tu pueblo sólo de dientes pa’ fuera entonces “No es pa’ vos, compa”, diría don Ciro Farrera.
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