Los antiguos griegos creían que la pérdida de esperma reducía el rendimiento de sus atletas. Se abstenían por ello de las relaciones sexuales antes de una competición. Lo raro es que tal creencia perdura hasta hoy. O eso nos dicen.

Un estudio de la Universidad de Montreal expuso que durante el acto sexual los hombres queman apenas unas 100 calorías. Pero no importa lo que diga o deje de decir la ciencia. Por si las moscas, nada de sexo.

Hace poco, el técnico mexicano Miguel Herrera declaró a la prensa que esperaba que sus jugadores se mantuviesen impolutos durante el Mundial. El comentario generó reacciones y “El Piojo” debió aclarar que de ningún modo les prohibía el sexo. Sólo recomendaba prudencia.

En todo caso, es probable que el técnico tuviese en mente otra clase de situaciones que nada tienen que ver con cariñosas novias o esposas. En septiembre de 2010, 13 jugadores mexicanos organizaron una “fiestecita” en el hotel donde estaban concentrados. En junio de 2011, 8 jugadores fueron vistos con sexoservidoras antes de un juego amistoso, en Ecuador. Hubo sanciones. Aun así, en junio del año pasado, durante la Copa Confederaciones (Brasil), jugadores y cuerpo técnico mexicanos fueron vistos de nuevo, y durante varias noches seguidas, en un exclusivo table dance.

Así pues, parece ser que estamos frente a un problema cultural: a los mexicanos nos gusta más la parranda que el futbol.

Otro problema cultural: no somos capaces de llamar al pan, pan y al vino, vino. Preferimos un eufemismo* y echarle la culpa al sexo (o a cualquier cosa), antes que nombrar claramente nuestros verdaderos problemas.

*Expresión suave o decorosa de una idea cuya franca expresión sería dura o malsonante.