Aunque te parezca increíble, tenemos la facultad de adaptarnos a la oscuridad y poder disfrutarla como muchas especies nocturnas de nuestro planeta. Aún así, evolutivamente nos hemos convertido en criaturas diurnas y no es difícil entender, cómo hemos transformado la noche llenándola de luz, aunque poco nos hemos detenido a pensar en las consecuencias que estos cambios traen consigo ¿Recuerdas la última vez que contemplaste el firmamento lleno de estrellas o la luz de la luna, la única que alumbraba la noche? Si no has tenido la oportunidad de disfrutar la oscuridad de la noche, seguramente se debe a la contaminación lumínica. Para definirla de un modo sencillo, podemos decir que se refiere a toda la luz que se escapa fuera de la zona que queremos iluminar e incluso cualquier perturbación artificial de las condiciones naturales de oscuridad.

Vivimos bajo cantidades excesivas de luz, éstas se expanden a tal grado que, sobre todo en zonas urbanas cada vez, quedan menos espacios sin iluminar; a esto se le llama contaminación por luz intrusiva y entre muchos efectos negativos puede traer graves consecuencias en nuestro ciclo de vigilia-sueño.

Gran parte de la luz que utilizamos para el alumbrado público es emitida hacia el cielo, despilfarramos la energía y a su vez, perdemos de vista las estrellas; a esto se le denomina difusión hacia el firmamento.

Cualquier tipo de alumbrado excesivo tiene como consecuencia un consumo energético innecesario. El sobreconsumo también es muy habitual en la iluminación exterior de edificios comerciales y monumentos, en muchas ocasiones es inevitable el que estas instalaciones dispongan de este tipo de iluminación, pero sí es posible adecuarla y sobre todo limitar su uso apagando todo o parte de ella después de la medianoche.

La consecuencia lógica de una iluminación inadecuada y excesiva es la fatiga visual, ya que la abertura de nuestras pupilas se va cerrando hasta adaptarse a la mayor intensidad luminosa. Además, la contaminación lumínica por deslumbramiento,  también reduce nuestra percepción y, en consecuencia, aumenta el riesgo de accidentes de tráfico.

¿Cómo podría solucionarse el problema?

En primer lugar, es conveniente adecuar los niveles de iluminación.

Utilizar lámparas de sodio de baja presión.

Utilizar lámparas de bajo consumo y de luz roja en

escaparates y rótulos publicitarios.

Eliminar los obstáculos a las luminarias, también es importante mencionar la necesaria modificación y retirada paulatina de todas las luminarias tipo globo, pues son las de menor rendimiento energético. Además, más del 50% de la luz se pierde hacia el cielo y la iluminación hacia el suelo es mínima.

Recuerda que una buena iluminación permite: 

  • Una mejor adaptación de la luz a la iluminación ambiente; una mejor visión.
  • Enviar la luz allí donde es necesario y evitar sombras indeseadas.
  • Mejor aprovechamiento de los recursos naturales.
  • Aumento de la seguridad.
  • Ahorro de energía.