Hay hechos en la historia que paralizan de asombro. Hechos en que el tiempo efímero del hombre y la eternidad de Dios se entrelazan y perdonan, en lo que dura apenas el soplo de un instante. Hechos cuyo fuego merecería un último destello de memoria, el día en que el mundo nos diga, sin prisa ni rencor que ai nos vemos, que hasta la otra y se largue al carajo todo.

Uno de ellos ocurrió a las trece horas, doce minutos y veinte segundos del 22 de junio de 1986, durante la Copa Mundial celebrada en México ese año, en el partido de cuartos de final Argentina vs Inglaterra.

En el minuto 55 del partido, en una carrera de vértigo que comenzó desde su propio campo, Diego Armando Maradona eludió a seis jugadores ingleses (Hoddle, Reid, Sansom, Butcher, Fenwick y al portero Shilton), antes de anotar “El gol del siglo”, en una jugada que duró exactamente 10.6 segundos.

De Maradona se dirán muchas cosas después de aquel momento. La prensa no parará de hablar de su afición a la cocaína, de sus desplantes públicos, de sus devaneos políticos con la Cuba de Castro y los constantes escándalos que serán su marcaje personal y mayor rival a lo largo de su vida. Pero no pasará a la historia por ellas. Lo hará, en cambio, por ese “barrilete cósmico” (como llamó a la jugada el cronista deportivo Víctor Hugo Morales en su famosa narración en vivo de ese partido) con el que anotó “El gol del siglo”.

Fue en ese instante de gloria perdurable cuando –dice Hernán Cascari en su narración “10.6 segundos”–, el jugador argentino “cierra los ojos. Se deja caer hacia adelante, con el cuerpo inclinado, y se hace silencio en todo el mundo. El jugador sabe que ha dado cuarenta y cuatro pasos y doce toques, todos con la zurda. Sabe que la jugada durará diez segundos y seis décimas. Entonces piensa que ya es hora de explicarle a todos quién es él, quién ha sido y quién será hasta el final de los tiempos”.

Que así sea.

La versión de Valdano

El siguiente es un fragmento condensado del cuento de H. Casciari “10.6 segundos”, que relata el Gol del Siglo:

Jorge Valdano se sentaba a leer novelas de Salgari mientras sus compañeros jugaban al fútbol en los recreos. Pero a los once años entendió las reglas del juego y supo, sin sorpresa, que los demás chicos no lo practicaban con inteligencia.

Empezó a jugar con ellos. Y fue bueno (…). Debutó en primera antes de los dieciocho. Pero en esos años nunca amó el juego por encima de todo. Si le daban a elegir entre un partido o una novela, siempre elegía el libro. Hasta ese momento de sus treinta años, Valdano no estaba seguro de haber elegido su verdadera vocación. Por eso ahora, que espera el pase, siente por fin que ese puede ser su destino, que quizá ha venido al mundo a tocar ese balón y colgarlo en la red.

Sabe que la única opción del jugador (Maradona) es el pase a la izquierda (…) Mientras pisa el área piensa: “Si no me la da, largo todo y me hago escritor”. Pero el jugador entra al área sin mirarlo… En el video, Valdano es un fantasma que asoma el cuerpo completo recién cuando el balón está en el vértice del área pequeña.

Jorge Valdano todavía no lo sabe, pero al final de ese torneo comenzará a escribir cuentos cortos.