Por: Carlos A. Jiménez Vázquez | biosfera10@hotmail.com

www.biosfera10.org

México: entre el cielo y la tierra…

Nada hay nuevo bajo el sol… lo que hoy es, ayer fue y mañana sin duda existirá… Somos una diminuta mota de polvo en la inmensidad del océano cósmico, pero nuestra soberbia nos nubla la razón y nos impide tomar conciencia de lo efímero que es nuestra existencia… Pero cuando el cantar de las piedras se hace escuchar… los seres humanos temblamos…

Estamos en una franja sísmica… Desde la Patagonia hasta Alaska por todo el litoral de Pacífico… una franja volcánica… una franja de Fuego… En 200 años, nuestro país ha sufrido aproximadamente 75 terremotos de más de 6.5 grados en la escala de Richter, pero sin duda alguna, los de septiembre de 1985 quedaron registrados como los más “devastadores” por la cifra de muertos que dejaron (más de 6 mil oficialmente, más de 50 mil según la voz popular), los más de 30 mil heridos y las más de 30 mil viviendas destruidas.

De acuerdo con el cuadernillo “Peligros naturales y tecnológicos relevantes durante el periodo 1810-2010”, que editó la Secretaría de Gobernación y que contiene información documental sobre los eventos más significativos en estos 200 años, los sismos del 19 de septiembre de 8.1 grados, y del 20 del mismo mes (7.6) en 1985, dejaron además 150 mil damnificados, más de 60 mil viviendas con afectaciones y se calcula que las pérdidas alcanzaron 4 mil millones de dólares.

El epicentro de ambos movimientos estuvo en las costas de Michoacán, y afectó distintas zonas del centro, sur y occidente del país, además de que colapsó edificios de sectores productivos, salud y servicios.

El Centro Nacional de Prevención de Desastres Naturales, encargado de la publicación, aclaró que aunque oficialmente se registraron más de 6 mil muertes, diversas fuentes indican que en realidad hubo casi 50 mil decesos.

Los daños por el primer sismo fueron altos, pero el terremoto del 20 de septiembre —que afectó especialmente a la ciudad de México—, “terminó por colapsar edificaciones dañadas por el sismo del día anterior”, y causó alarma y pánico en la ciudad y en la región epicentral.

Al ver la destrucción que dejaron ambos fenómenos geológicos, aproximadamente 45 países del mundo se solidarizaron con nuestro país y enviaron más de 45 mil toneladas de ayuda.

Por su ubicación geográfica, México forma parte del Cinturón de Fuego del Pacífico, “por lo que es afectado por una fuerte actividad sísmica y volcánica. Dos terceras partes del país tienen un peligro sísmico significativo, por lo que es indispensable saber qué hacer ante estas manifestaciones, y desarrollar programas preventivos y de protección civil”.

¿Maremotos en México?

Así es: producto de algunos de estos sismos, se desataron nueve tsunamis desde 1810 hasta 2010; el más fuerte en 1932 en Colima, en la región de Cuyutlán. Este tsunami alcanzó olas de hasta 10 metros de altura y no dejó una sola casa en pie en una franja de 20 kilómetros de longitud y hasta un kilómetro adentro de la costa.

Históricamente éste fue el más “destructivo” de la Fosa Mesoamericana durante el siglo XX, pues acabó con el balneario de Cuyutlán en Colima y los daños materiales se calculan entre 2 y 6 millones de pesos. Mató a más de 75 personas y hubo más de 100 heridos.

Aquí, los hoteles y residencias construidas en la playa fueron destruidos totalmente, y la calle principal quedó prácticamente desempedrada y algunas personas fueron sepultadas en arena.

Sigue el recuento

Después de los sismos del 85, el segundo más grave por las pérdidas humanas ha sido el del 3 de enero de 1920, que tuvo su epicentro en Puebla y afectó también a Veracruz, con 6.4 grados Richter.

Dejó 650 muertos y desencadenó deslizamientos, derrumbes en las montañas, alumbramientos de manantiales, inundaciones de lodo y severos daños.

Posteriormente, el 3 de junio de 1932 tembló en Colima y Jalisco y el movimiento superó los 8.2 grados Richter. Es el de mayor fuerza en todo el siglo XX.

En la ciudad de México, el movimiento duró más de dos minutos, sin embargo, no provocó daños considerables.

Los residentes de algunas zonas de Guadalajara salieron huyendo. El sismo provocó un tsunami en Manzanillo y San Blas. Otro terremoto que fue significativo para la sociedad capitalina fue el del 28 de julio de 1957, cuando se sintió un sismo de 7.8 grados Richter en la ciudad de México. El movimiento sísmico derribó el Ángel de la Independencia.

Dañó edificios particulares y gubernamentales y se calcula que las pérdidas ascienden a los 2 mil millones de pesos de aquella época y los mayores daños se registraron en el centro de la ciudad, donde murieron 39 personas.

Las poblaciones más afectadas además de la ciudad de México, fueron San Marcos (95% de los edificios dañados), Chilapa (70% de los edificios dañados), Huamuxtitlán (60% de edificios dañados), Ayutla (con pérdidas estimadas en 360 mil pesos) y Tuxtla (60% de edificios dañados), todas en Guerrero.

Después, el 14 de marzo de 1979 tembló con una intensidad de 7.4 grados en el DF, en el que es conocido como “el temblor de la Ibero”, debido a que colapsó la Universidad Iberoamericana.

Los sismos de mayor intensidad fueron: el 9 de marzo de 1845 en Oaxaca, de ocho grados; el 7 de abril del mismo año en Guerrero, 8.1 grados, y el 5 de mayo de 1854 en Oaxaca, con ocho grados.

Posteriormente, el 24 de enero de 1899 en Oaxaca y Guerrero se sintió otro de 8.4 grados, y el más reciente de ocho, el 9 de octubre de 1995 en Colima

¿Los sismos se pueden predecir?

Pues parece ser que si: Dos investigadores taiwaneses descubrieron un efecto de los terremotos en la ionósfera, lo que -dijeron- podría ayudar a detectar con mayor anticipación los tsunamis.

Según Focus Taiwan, Liu Jann-yeng y Yen Horng-yuan, geólogos de la Universidad Nacional Central, de Jhongli, explicaron que los temblores pueden gatillar movimientos similares en la ionósfera -capa de la atmósfera ubicada entre los 80 y 600 kilómetros de altura, aproximadamente-, que pueden ser monitoreados.

Según Liu Jann-yeng, un movimiento de ocho metros en la Tierra puede derivar en una vibración de 80 kilómetros en la ionósfera, que analizada podría permitir ubicar el origen del temblor.

Esto se repite en el caso de movimientos en el mar, que también producirían vibraciones en la citada capa de la atmósfera

Liu detalló que con esta teoría pudo determinar la hora y ubicación del maremoto que en 2004 arrasó la zona del Indico; y de contrastarlo con más datos permitiría alertas de tsunami más rápidas, que darían media o una hora más de tiempo para evacuar a la población… Así las cosas…