Como cada hijo de los huipiles que con alegría portan sus hermosas mujeres, Oaxaca es un universo de texturas y colores: el profundo azul del Océano Pacífico, el amarillo de sus zonas semi-desérticas, el verde de los bosques de la sierra, que con dulces caricias penetran en su interior las blancas nubes para fertilizar la tierra, de matices café, rojo y negro. Tan variada geografía origina una gran diversidad de vida, que se ve reflejada en su gastronomía y tradiciones, únicas en cada rincón de Oaxaca.

El estado posee múltiples atractivos, como las impresionantes cascadas petrificadas de Hierve el Agua; las zonas arqueológicas de Mitla, Lambityeco, Santa María Atzompa y Monte Albán; el Gigante de Santa María de Tule, un testigo fiel de la evolución de la tierra del huaje y el venado, además de ser el árbol con la mayor circunferencia de tronco en el mundo; las paradisiacas playas de Puerto Escondido, donde se realiza en el mes de noviembre el Torneo Internacional de Surfing y el de Pesca Deportiva del Pez Vela; Puerto Ángel; las Bahías de Huatulco; la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán; la cascada de Santiago Apoala y mucho más.

Los sabores oaxaqueños son una delicia, diversos tipos de mole (negro, almendrado, amarillo, de caderas de chivo con su propio festival en el mes de octubre, etc.), pozole mixteco, caldo de gato (al contrario de lo que indica su nombre es un caldo de verduras acompañado con carne de cerdo), tlayudas, chapulines, chiles rellenos de sardinas, salsa de nucú y de gusanos, arroz con chepiles  (un tipo de legumbre que crecen en la región), garbanzos de miel, nieve artesanal de tuna o de leche quemada, sólo por nombrar algunos.

Famoso por su turismo religioso, tiene una vasta colección de monumentos católicos que destacan por su belleza arquitectónica, como los ex-conventos dominicos de San Juan Bautista en Coixtlahuaca y Santo Domingo de Yanhuitlán; la capilla abierta de San Pedro y San Pablo Teposcolula; la iglesia de Ocotlán de Morelos, el templo de San Felipe de Neri (hermosa edificación del siglo XVII, con un fascinante retablo de madera al estilo churrigueresco) y de La Preciosa Sangre de Cristo. Si tienes suerte podrás presenciar una de las largas y famosas bodas oaxaqueñas.

Miles de ocasos atrás, desde tiempos precortesianos, en el valle, los zapotecos creaban finas piezas de barro rojizo y negro. Hoy en día, cientos de años después en San Bartolo Coyotepec se sigue practicando este oficio, que a pesar de las transformaciones conserva sus raíces. Otras hermosas artesanías son los alebrijes de San Martín Tilcajete, los textiles (morrales, caminos de mesa, huipiles, rebozos, etc.) de Santo Tomás Jalieza, los productos hechos de cuero y de hojalatería.

No te puedes perder el Museo Rufino Tamayo, donde se exhiben piezas de la época precolombina, colonial y moderna; el Museo “Crónica de la obra de Juárez” y la “Laguna del Encanto” (estos dos últimos en Guelatao, terruño de Benito Juárez). El pasado mes de noviembre se inauguró la super tiroteas de San Antonio Cuajimoloyas, una experiencia llena de adrenalina que de seguro te dejará con sed, que podrás saciar con agua de chilacayote o cachurja (hecho de papalomé, coyul y maguey). Las bohemias noches bajo el cielo estrellado, se acompañan disfrutando de un rico aguamiel, pulque machado, guarapo (jugo de caña con naranja o licor) o del tradicional mezcal de gusanos, minero, tobalade, pechuga, frutas, etc.)

La riqueza cultural de Oaxaca es basta con 16 grupos lingüísticos bien definidos (con tradiciones como las Calendas, Velas, la Noche de Rábanos y la Guelaguetza). Los oaxaqueños son gente muy cálida, poseedora de una gran variedad de tradiciones y una exótica gastronomía, que se complementa con la arquitectura histórica y la impresionante naturaleza. Todo esto y más hacen de Oaxaca un magnífico tesoro de la nación.