Ya sea para celebrar la navidad, una noche mexicana, hasta una boda, pasando por una sencilla reunión entre familia o con los amigos, el pozole es un platillo que ha tenido un lugar en la mesa desde tiempos lejanos, una comida que no sólo alcanza una importancia culinaria, sino también histórica y que forma parte de nuestra identidad. Dicen por ahí que “somos lo que comemos”, y si esto es cierto nuestro reflejo lleva todo el sincretismo de este alimento que tiene sus orígenes en el mundo prehispánico.
Maíz, carne de pollo o puerco, acompañados de lechuga, rábanos, un rico caldo y otros ingredientes, dan lugar a una tradición que se sustenta en el apetito cotidiano. En su origen, este platillo surge como una especie de comunión entre distintas culturas, es decir, se unen alimentos propios de Europa, Mesoamérica y Asia; he aquí como distintos horizontes encuentran convergencia en algo tan simple como la comida. Anteriormente la carne que se usaba para el pozole era de tepezcuintle y según algunos antropólogos incluso se llegó a utilizar carne humana, sí, así es, una especie de canibalismo rodeaban la parte ritual de los pueblos originarios. En el libro “Contra la historia oficial”, de José Antonio Crespo, se describe una comida precursora del pozole llamada tlacatlaolli, la cual era preparada con restos humanos ; de igual manera en los sacrificios, donde se le quitaba el corazón a la víctima como ofrenda a los dioses, el cuerpo se cocinaba y era dado a ciertos sacerdotes y demás personas involucradas en el ritual, como lo señala el antropólogo Miguel Botella en un artículo del diario Crónica.
En el Diccionario de etimologías la palabra pozole proviene del náhuatl “potzolli” que significa espumoso, y el maíz que se utiliza para su preparación recibe el nombre de cacahuazintle. Existen varios tipos de pozole, entre los cuales los más destacados son: el blanco, el cual se elabora en Guerrero; y el rojo, que se consume en Jalisco, Nayarit, Sinaloa y Guanajuato.
Definitivamente estamos hablando de una comida por la que se entrecruza la historia, el misticismo y el cruce de culturas, pero más allá de eso el pozole es un placer al paladar que México comparte al resto del mundo.
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