TRADICIONES
El llanto es una salida de emergencia para que el cuerpo libere sus cargas, lloramos por impotencia, por dolor, porque las circunstancias nos rebasan y hay que vaciarse como si fuéramos una presa cuyos muros están por romperse si no abrimos alguna compuerta. “Lloras como si te pagaran por eso”, es una de las frases más usadas por las madres en el momento en el que uno, siendo niño, recurre a un tipo de chantaje que creemos infalible: el berrinche.
Pero más allá del acto liberador y, muchas veces, meramente estratégico, el llanto tiene también una connotación ritual, ahí donde las lagrimas se hacen presentes está la manifestación de un sufrimiento que puede ser colectivo.
Las #plañideras, a lo largo de la historia, se han convertido en un ícono del duelo y de las procesiones mortuorias, cada lamento es el reflejo del cariño que ha sido lacerado por la muerte y que se manifiesta a través de un coro de mujeres que lloran, se afligen y muestran la pena al pueblo. La #plañidera acompaña a la procesión, su llanto está ligado al cuerpo inerte, despojado de vida y que se encamina a la tumba, ésa es su tarea desde épocas remotas, su trabajo radica en sentir y revelar el dolor ajeno a cambio de unas monedas, un servicio que sólo podía ser pagado por cierta clase social, los pobres, entonces, habrían de prescindir de la presencia de sus virtudes de doliente.
En Grecia y Egipto, la labor de la #plañidera requería habilidades que rondaban en lo histriónico. Acompañados del llanto desaforado, los gritos y los golpes de pecho, con rasguños y jalones de cabello incluidos, estaban a la orden y al calor del féretro.
A pesar de que las #plañideras, o lloronas, han ido desapareciendo de diferentes culturas, en México el oficio y la tradición sobreviven a base del sarcasmo, la sátira, el escarnio y los festejos del Día de Muertos. Un ejemplo de esto podemos encontrarlo en San Juan del Rio, en Querétaro, donde se realiza cada año el Concurso de #plañideras. Decenas de mujeres se visten de negro y con flores en las manos van y despliegan su arsenal de súplicas, quejas y lágrimas en honor de algún político u otra figura pública. México con su sentido del humor parece no tener fronteras, la comunión entre el llanto y la picardía es una prueba de ello.
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